sábado, julio 28, 2007

“Gramáticas” de la Reconciliación: algunas reflexiones

Mario López Martínez

El tema de la Reconciliación es uno de los de más profundo calado que existen e implica perspectivas y tratamientos desde muy diversas disciplinas: historia, derecho, psicología, antropología, política, teología, economía, relaciones internacionales y, cómo no, desde los Estudios para la paz y la resolución no-violenta de conflictos.

En realidad más que hablar de Reconciliación en singular, habría que decir –de inmediato- Reconciliaciones, en plural. Y aclarar –también, de inmediato- que se trata de procesos desiguales, con enfoques diversos y con metodologías no fácilmente trasplantables de unas sociedades a otras.

También cabe advertir que la Reconciliación se ha convertido, además, en un tema de moda, y no sólo de moda académica.

Políticos, líderes religiosos y espirituales, medios de comunicación de masas, incluso agentes ideológicos de todo tipo utilizan la palabra, por aquí y por allá, como un talismán o como un fetiche que puede conjurarlo todo. Como otros muchos conceptos de las ciencias sociales son susceptibles de ser mal utilizados o torcidamente usados. Nada que resulte extraño o nuevo en el panorama de nuestra profesión académica.

Políticamente hablando ha caído bajo la órbita del lenguaje denominado políticamente correcto. Lo que, en la práctica, haya sido susceptible de ser utilizada en muchos contextos. Por ejemplo, el Papa Juan Pablo II la utilizó en Jerusalén para pedir perdón por ciertos errores de la Iglesia. Bill Clinton lo hizo sobre el caso de Mónica Lewinsky. El canciller alemán Helmut Koll por los actos de barbarie cometidos por los nazis. El líder de Corea del Sur la nombraba para iniciar un diálogo con la Corea del Norte. Hasta el propio general Pinochet se refirió a ella para que se apoyara su mantenimiento en el cargo por otros 8 años en el plebiscito de 1988. Y el general Franco, después de 40 años en el poder, persiguiendo a la mitad de España y conmemorando su paz como victoria militar, invocaba en su testamento político a la Reconciliación entre todos los españoles.



Algo está fallando, por así decirlo, cuando tan diversos personajes invocan con semejante solemnidad la palabra mágica:

Reconciliación.

Todavía más cuando se suele confundir, con demasiada frecuencia con perdón, arrepentimiento político, o con expresiones como “borrón y cuenta nueva”, “olvido”, “amnistía”, por sólo citar algunos de los conceptos de las transiciones.

Por entrar en algunas precisiones, cuando Boutros-Boutros Ghali planteó la Agenda Mundial para la Paz (1992), ya se refirió a las reconciliaciones como la culminación de procesos de transición política tras la Caída del Muro de Berlín, del final de dictaduras latinoamericanas, del cierre de guerras civiles en África y Asia, entre otros procesos.

Asociados a la Reconciliación se desarrollan otra serie de mecanismos y herramientas conceptuales integradas en un proceso más amplio y profundo: el Mantenimiento de la paz (peacekeeping), el Establecimiento y acuerdo de paz (peacemaking) y la Construcción de la paz (peacebuilding), entre otras. En este sentido, la Reconciliación sería: más que el principio de un acuerdo de paz, todo un proceso de construcción de la paz. De esta manera, según la filosofía de la Agenda, sólo podría haber espacios para la Reconciliación (de tipo nacional) cuando se hubieran puesto en marcha un mínimo de mecanismos, procedimientos y dinámicas que hicieran propicio tal escenario. Y aquí no vale una regla general, cada sociedad habría de establecer dónde estaban esos mecanismos, procedimientos y dinámicas.

Esta forma de tratamiento del problema auspiciado por la filosofía de la Agenda Mundial para la Paz es bastante interesante y positiva por varias razones:

1ª) Porque rompió el paradigma clásico de que el fin de la violencia directa (sobre todo la guerra) que se culminaba con un Acuerdo de Paz o una Paz negociada o pactada, en un escenario de post-conflicto, era igual a Reconciliación política-nacional. Y lo que era más interesante: que una paz de arriba-abajo fuese condición suficiente para iniciar la Reconciliación, hacía falta más, al menos, procesos de abajo-arriba.

2ª) Porque entendía la Reconciliación no como un acto, un día y un símbolo concretos, sino como algo mucho más complejo: como un proceso o un desarrollo que no era lineal, sino en donde podían apreciarse avances y retrocesos.

3ª) Porque hacía mayor énfasis en la fase Peacebuilding, es decir, en la construcción de la paz. Contemplando dos dimensiones entrelazadas: tanto la responsabilidad de la comunidad internacional en prestar apoyo político, cobertura económica y solidaridad moral a un proceso de construcción de paz y reconciliación sobre la base de la justicia y la verdad, atendiendo a los más desfavorecidos; como, todos aquellos esfuerzos a medio y largo plazo realizados por los actores locales para buscar una paz sostenible, justa y que encarara las raíces profundas del conflicto. Dicho de otra manera, este enfoque de Construcción de Paz sería especialmente sensible a una paz y una reconciliación hechas como un esfuerzo cooperativo y sostenible de abajo-arriba y no sólo de arriba-abajo.

martes, julio 24, 2007

Reflexiones sobre la cultura de la paz

MARIO SOARES
ex Presidente y ex Primer Ministro de Portugal. (Copyright IPS)

Extracto

La paz es la mayor necesidad de los pueblos. Pero la paz es mucho más que la ausencia de guerra, es el rechazo de la violencia en todas sus formas. Implica el respeto por el otro y por quien es diferente de nosotros, el reconocimiento del derecho a la diferencia, el respeto por los Derechos Humanos y el Derecho Internacional. Las sociedades democráticas rechazan la guerra y procuran resolver los conflictos por medio de negociaciones y no por la fuerza de las armas.


Todo esto está relacionado con una verdadera cultura para la paz y la ciudadanía basada en los valores éticos de justicia, libertad y solidaridad. Es evidente que esta cultura tiene como fundamento la educación, que debe comenzar desde la escuela primaria. Los dos conceptos -paz y ciudadanía- son diferentes pero complementarios.

La ciudadanía existe solamente en las sociedades democráticas. En una dictadura, como la vivimos en Portugal hasta 1974, las personas no tienen libertad de expresión, no pueden votar libremente, no tienen derecho a la crítica ni a la participación en la política de su país. En una palabra, no son ciudadanos, son súbditos.

Por su parte, la violencia es una pulsión humana natural que debe ser controlada por la educación y el autodominio. La violencia es aceptable sólo en caso de legítima defensa y aun así no debe ser desproporcionada en relación a la gravedad del ataque. Un ejemplo reciente es el de la guerra contra El Líbano lanzada por Israel en represalia contra el aprisionamiento de dos soldados por parte de Hezbolá. En esa guerra murieron millares de personas y El Líbano fue parcialmente destruido.